50 sombras o el predecible guión de una telenovela «Miamera»

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Aqui estamos de nuevo, tras año y medio de pausa desde que publiqué la primera entrada sobre el deseado Christian Grey y sus sombras, desmontando cada una de esas terribles 50 sombras, que multiplicadas por tres nos dan la desafortunada cifra de 150 apabullantes y desasosegantes sombras, pero no de Grey, que hasta parece bueno comparado con la birria de libro en el que aparece de protagonista, sino de una trilogía que tiene más de telenovela de Miami (que son las peores con diferencia, y lo digo viniendo de Venezuela, que tiene un material novelero para dar y tomar…) que de literatura. Y aunque el tiempo ha pasado desde aquella primera entrada, mi indignación con esta trilogía no ha menguado, sino que, tras ver que el éxito se extiende también al cine, va en aumento.

Es increíble que con un montón de páginas que ni tan siquiera nos ofrecen novedad E.L. James haya alcanzado tal éxito. La trilogía es tan predecible en cada paso que da que se hace aburridísima. De intriga no tiene nada, y encima nuestra autora no ceja en su empeño de mostrarnos lo heroico, maravilloso y extraordinariamente atractivo que es nuestro protagonista, hasta cuando se libra de las peores circunstancias… entre eso y otras cosas como la tontería del regalo de cumpleaños de Ana para Grey, que a la legua se veía venir, o la ridícula frase de «acostúmbrate a ser rica», por mencionar apenas unos ejemplos superficiales, estos libros han pasado a ocupar el puesto de lo peor que he leído desde que recuerdo… y creo que también será lo peor que leeré mientras viva (de literatura, que hay comentarios de Facebook mucho peores, por no hablar de algunas críticas de cine que hablan más del ego del que opina que de la película en sí, pero no nos vamos a desviar de nuestro tema).

Sigo pensando en cómo es posible que estos libros gusten tanto. Entre mails, sexo narrado ingenuamente (no vayamos a sentir vergüencilla, ¡eh pillinas!), descripciones de lo increíblemente apuesto que se ve Christian cuando mira a un lado, cuando sonríe (aquí anotemos todas las variantes de sonrisas: alegre, lasciva, pícara, tímida y una retahíla de ellas más; menos mal que según la prota el Grey se ríe poco, que si no nos harían falta doscientas páginas más de libro para contarlas…), cuando pone cara de estreñido y, ¡uau! ¡uau! ¡uau! cuando se quita la camiseta… por si no lo he puntualizado ya, ¡uau! Que irremisiblemente guapo que es.

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Entre eso, la bendita diosa interior que pasa el día retorciéndose dentro de nuestra prota, danzando, bailando, paseándose en bragas, poniendo morros y demás, junto al subconsciente de la susodicha, mojigato, recatado y avaricioso (para que luego pasen el libro diciendo que no… el dinero no le importa para nada), nos quedamos con una historia que podría resumirse en 20 páginas a lo sumo… o en 3500 capítulos de telenovela, según quién compre los derechos. Me imagino un culebrón a lo «Bola de Dragón» en el que un polvo de estos dos dura lo que la batalla contra Freezer o contra Cell… me imagino la escena del Grey abriendo el «envoltorio plateado» a lo Oliver y Benji cuando llega el momento de la chilena para marcar el gol, y cinco capítulos después por fin se pone el condón (no picaronas, aún no la toca debajo de la cintura… ¿qué os pensábais? para eso harían falta un mínimo de diez capítulos más)

Un argumento tonto, predecible y cargado de situaciones completamente inverosímiles pero que, cuando se forran de dólares y se guardan en un ático acristalado en el mejor edificio de Seattle parece hacer las delicias de las féminas, que están desesperadas para que llegue la hora de encontrarse a su Grey particular, que pisotee su autoestima y destroce sus nervios, pero eso sí, que les compre casa, coche y vestidos de lujo para compensar, porque, ¿quién podría no acostumbrarse a ser rica? Aunque, ¿a qué precio?

50_sombrar_grey_deseo¿Qué valor tiene la libertad?

Después de ver el éxito de estos libros y de su recién estrenada película me parece que para muchas vale muy poco.

A.

Milan Kundera: una breve aproximación a su estilo.

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«La insoportable levedad del ser» me hizo sucumbir ante este autor. Este libro cayó en mis manos gracias a un buen amigo. Le pedí una recomendación, pero no basada en lo que él pudiera pensar que me gustaría, sino simplemente pensando en un libro que le hubiese dejado una huella. Así fue como escuché por primera vez del libro y del autor.

Meses después me dejé caer por una librería y se me cruzó el título de casualidad, por lo que decidí comprarlo. Tras un par de meses más en un estante lo cogí para echar un ojo al primer capítulo y cuando me di cuenta llevaba más de la mitad de las páginas. Lo acabé a los pocos días en otra sesión intensiva. Simplemente no pude despegarme del libro.

Entonces comenzó mi idilio con Kundera. Busqué más títulos y quise saber más del autor. Ahora sólo me faltan un par de obras en la biblioteca y estoy leyendo el quinto libro de los que ya tengo en mi haber.

La aproximación de Kundera a la novela es completamente diferente a todo lo que he leído hasta ahora. Desde la forma de estructurar los capítulos, de desenmarañar la historia, de enlazar a sus personajes; todo es diferente a la estructura típica de la novela, o a la que suele asociarse por defecto a este género.

En primer lugar escapa de los capítulos largos. No encuentras capítulos de 40 o 50 páginas en sus textos, ni grandes descripciones. Si el lector busca ambientarse por medio de la narración (como podría hacerlo fácilmente con Ken Follet) no va a encontrar en su estilo un camino a seguir. Los ambientes no se desarrollan a menos que tengan relevancia para el presente de los personajes, y eso hace que por momentos la historia parezca desmadejada y poco desarrollada. Pero realmente sus novelas distan mucho de ser simples y desordenadas.

Kundera se centra en un tema, uno muy concreto, y utiliza a sus personajes y a sus presentes para mostrarlo al lector de una forma honesta y en muchas ocasiones cruda y alejada de idealismos. No hay heroes ni villanos; no hay un protagonista que crece y evoluciona por medio de la superación de pruebas y dificultades, ni florecen historias de amor improbables y condenadas al fracaso que finalmente, tras muchas lágrimas, logran vencer a todo y a todos en contra de los pronósticos.

En su lugar Kundera nos presenta personajes-personas, tan reales como todos los que aquí participamos y nos muestra su presente. No nos lleva por sus vidas para que tengamos empatía o sintamos repulsión por ellos. Simplemente analiza un fragmento de las personalidades de dichos personajes sin emitir un juicio de valor sobre ellos, dejándonos a nosotros un reflejo de la realidad tangible para que la perfilemos y le demos en nuestras mentes la forma que queramos. Así construye la historia, que no nos habla de la aventura de un personaje singular entre los demás, sino de la condición humana y de sus preocupaciones mundanas, de cosas que todos podemos experimentar.

A pesar de que salta de presentes a pasados e incluso a veces nos adelanta lo que ocurrirá (y eso sin hablar de cuando se sale completamente de la historia y se refiere a los personjes como tales, o lanza un breve ensayo sobre algún tema concreto), utiliza dichos saltos para desarrollar la esencia del tema central que trata en cada novela. Así pasa en «La insoportable levedad del ser» y también en «La ignorancia», en la que el tema sobre el que giran los personajes es la emigración, o en «La identidad» dónde habla de la experiencia del amor y la pérdida de la identidad que lleva asociada. No hablo de los demás libros porque aún no los he leído, pero en general su hilo conductor no es la historia en sí, sino el tema de fondo de la misma, que presenta al lector a través de personajes que no son más que vehículos que muestran distintas caras de, ya no una moneda, sino un poliedro de muchas facetas distintas que comparten una inquietud común. Así es como Kundera construye, con capítulos cortos cargados de dardos punzantes, novelas que atrapan y que maravillan, o molestan, o simplemente duelen… al igual que la vida real.

No es un autor fácil y sin duda se sale de lo común (como Murakami, a quien tampoco puedo clasificar en ninguna categoría). Su aproximación al género es única y eso le hace difícil de leer a veces, pero sin duda es un autor excepcional, que intenta tocar al lector y revolverle de su estado de comodidad para hacerle pensar, aunque sea a través del disgusto, la incomodidad o el rechazo a las ideas que él plantea.

Para mi Kundera es un autor franco y contundente, que te mira a los ojos y se adentra con sus letras en lugares de nosotros mismos que no siempre queremos ver, obligándonos a hacer un ejercicio de autocrítica y análisis de lo que somos. En resumen, un autor que no deja indiferente.

A.

50 sombras o el diario de una novatilla

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50 sombras de Grey es un libro sin duda peculiar. Parece ser la fascinación de una gran cantidad de mujeres. Sin embargo, honestamente, mientras más leía, menos me gustaba. Es un libro que no sólo está mal escrito, sino que además se desarrolla dejando mucho que desear con respecto a los personajes, sus motivos, sus intenciones y el fondo de esa supuesta historia de amor.

Después de leerme la dichosa trilogía creo que el primer libro no tiene nada que envidiar a sus terribles continuaciones. Más que literatura, parece el diario mal escrito de una adolescente o de una joven sin ninguna experiencia que se queda pasmada ante el cuerpo y el dinero que rodean a su muy pronto llamado amor, el señor Grey, que no es más que un acosador celópata que puede bañarse en dinero y con un cuerpo serrano que hace las delicias de todas las mujeres y que, por supuesto era inalcanzable; y digo era, porque claro está, ese magnífico y obscenamente rico manjar de la naturaleza se fija en nuestra sosa protagonista, o lo que se podría decir de otra forma… el sueño dorado de muchas mujeres, visto el incomprensible éxito de un libro tan pobre como éste.

Cuando afirmo al principio que mientras más leía menos me gustaba, debo confesar que estoy siendo muy benévola, pues tal afirmación partiría del punto inicial de que en algún momento, algún fragmento de la trilogía me ha gustado, cosa que no es así. Desde que lees algo como que la protagonista se refiere a Grey como alguien que tiene pinta de «macho alfa» y todas estas afirmaciones las remata con un surrealista «Uau!», no puedes más que empezar a sudar temiendo lo que vendrá, y lamentablemente a lo largo de la lectura los miedos no hacen más que confirmarse, e incluso las expectativas de estrellarte contra un estrepitoso desastre de libro se quedan cortas comparado con la decepción experimentada tras leer cada capítulo. Diría que, cuando al acabar el primer libro y pensar que no puede haber nada peor que eso, te topas con el primer capítulo del segundo libro y los horrores se despliegan ante tus ojos al verificar que lo imposible es posible, y que sólo ese primer capítulo es infinitamente peor que todo el primer libro (pasa exactamente lo mismo cuando abres el tercer libro y te tropiezas con el horror, sobre todo porque creías que era imposible caer más bajo aún). Lo triste no es eso, sino pensar que un libro de semejante mala calidad se haya traducido ya a más de 40 idiomas. Eso me hace pensar en varias cosas: ¿qué clase de literatura se vende hoy en día? ¿cómo es posible tal éxito? ¿qué hace de este libro el fenómeno en el que se ha convertido? Y sobre todo, la pregunta que quizá me causa mayores inquietudes: ¿qué pasa por la mente de esa marabunta de mujeres que adoran el libro para encontrarlo tan fascinante?

Al plantearme todas estas inquietudes y tropezarme con el infame «es que no los has leído, asi que no puedes entenderlos/criticarlos», he optado por hacer de tripas corazón y atacar la trilogía entera para poder dar rienda suelta a mi pluma y discutir a gusto con las «Greyholics», que viene a ser el mote que se han puesto las seguidoras de la secta de Grey y de sus sombras.

Por ahora sólo lanzo la primera pregunta al aire: si Grey no fuese asquerosamente millonario ni fuese un rival digno de Beckham en su último comercial de gallumbos, o lo que es igual a decir, si Christian fuese un chico normal de 27 años, ¿qué pasaría? ¿cómo se consideraría su actitud hacia Anastasia? Escucho opiniones y estoy más que dispuesta a abrir el debate.

Con este post no he hecho más que empezar…

A.

Kundera y los posos del alma

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Con un estilo que parece abofetear al lector, es imposible pasar de lado ante este autor. Directo, franco y a veces incluso repelente, Kundera se pasea por los fondos de lo que conforma la estructura de la personalidad y remueve los posos que se depositan allí a lo largo del trayecto, a medida que las experiencias van dejando restos en nuestra configuración personal.

Las experiencias son como un cúmulo de partículas, una piedra arenisca lanzada a una piscina, que al deshacerse se filtra en su mayoría, dejando dos tipos de resto. Uno, las partículas ligeras y brilantes que flotan delicadamente en la superficie del agua; el esbozo de la experiencia que contamos a los demás, con el que estamos a gusto y cómodos y que puede verse a simple vista. El otro vestigio es el poso que cae al fondo de la piscina. Partículas también muy pequeñas que quedan depositadas en el fondo tras el filtrado; lo que guardamos para nosotros de las cosas que vivimos, lo que no contamos, lo que callamos. A veces duele y otras simplemente no sabemos que esa arenilla está allí hasta que alguien remueve con violencia el agua y las partículas de la superficie se encuentran con las del fondo. Entonces, en esa confluencia las emociones se manifiestan y no podemos evitar abrir los ojos bajo el agua, para ver el fondo y ver en ese torbellino de posos una parte oculta de lo que somos.

Kundera es la mano que chapotea con violencia en esas aguas calmas que nos mantienen a flote, nos salpica los ojos en su chapotear y nos arranca de ese estado de equilibrio en el que nos dejamos llevar sorteando grácilmente la superficie de las ondas, en horizontal, para rozar sólo esa arenilla brillante y ligera que dota de un brillo ocre el agua que nos aisla del mundo y en la que nos sentimos cómodos. Tras ese estruendo acuático, luego de la brusca interrupción del casi adormecimiento de nuestra conformidad, nos revolvemos, perdemos la horizontalidad y nos hundimos torpemente; sentimos el contraste de temperaturas al sumergir el cuerpo entero en el agua y, con nuestros movimientos desordenados azuzamos el revolotear del poso de nuestras almas.

La única forma de librarnos de los posos es utilizar un tamiz muy fino, remover el fondo, y salir del estado de comodidad en el que nos sumimos cuando encontramos que rebuscar en nuestro interior es doloroso, porque nos encontramos con esa visión de nosotros mismos que nos pertenece sólo a nosotros y que a veces sentimos que es mejor dejar encerrada en la caja de Pandora. Una vez filtrados los restos ocultos de las experiencias es cuando tenemos la mirada limpia debajo del agua y nos reconocemos falibles, frágiles, insensatos, crueles, duros, serenos; imperfectos… auténticos. Entonces nos quitamos un peso de encima y nos miramos con mejores ojos.

Kundera no es más que la cerilla, nosotros somos el viento que atiza nuestro fuego interior.

A.

La vida secreta de las palabras

Acabo de verla y me ha gustado mucho. Si teneis un par de horas libres vale la pena que las dediquen a ver esta pelicula, al menos a mi me encantó.

La sinopsis:
Cuando acabas de rodar una película, es enormemente difícil hablar de ella. Después de dormir, comer, vivir, soñar y respirar las veinticuatro horas con ella, yo tengo la sensación que las palabras para describir lo que acabas de hacer nunca van a hacer justicia a la aventura en que los actores , el equipo y tú , habéis estado embarcados. Así que, aún sintiendo que me traiciono, que en la película hay muchas más cosas y muchas más capas de las que voy a contar, voy a intentar decir algo.

Un lugar aislado en medio del mar: Una plataforma petrolífera, donde sólo trabajan hombres, en la que ha ocurrido un accidente. Una mujer solitaria y misteriosa que intenta olvidar su pasado (Sarah Polley) es llevada a la plataforma para que cuide de un hombre (Tim Robbins) que se ha quedado ciego temporalmente. Entre ellos va creciendo una extraña intimidad, un vínculo lleno de secretos, verdades, mentiras, humor y dolor, del que ninguno de los dos va a salir indemne y que cambiará sus vidas para siempre. Una película sobre el peso del pasado. Sobre el silencio repentino que se produce antes de las tormentas. Sobre veinticinco millones de olas, un cocinero español (Javier Cámara) y una oca. Y sobre todas las cosas, sobre el poder del amor incluso en las más terribles circunstancias.

Si quieren ver algo más de la peli os dejo un link:

La vida secreta de las palabras

De aldeanos / De aldeáns

Es un corto que me dejó fria y a cuento del corto me quedé con mal cuerpo y pensé en compartir una historia con vosotros…

Aquí os dejo el vídeo:

 

Y ahora os dejo una historia:

La primera lengua que yo conocí fue el gallego. Curiosamente hasta los 3 años no pisé Galicia. Mis padres emigraron a Venezuela y unos años después nací yo. En mi casa siempre se hablaba gallego, cuando iba a la calle escuchaba a la gente hablar en español, pero en casa mis padres hablaban en gallego y echaban de menos su tierra. Vine aquí de vacaciones muy pequeñita, tenía tres años y llegué a Venezuela hablando gallego, porque en casa de mis abuelos todos lo hablaban. Mis primos, mis tíos, mis padres… y que bonito era! yo como era una nena y los niños son esponjas hablaba gallego como mis primos y me lo pasaba muy bien!

Cuando llegué a Venezuela hablaba gallego con la gente y al ser un idioma que en Venezuela no se usa y ser yo pequeña le parecía muy simpática y graciosa a los mayores, por ello una vez se rieron escuchándome hablar y yo, muy peque me lo tomé como algo personal, pensé que se burlaban de mi cuando lo que hacían era reir porque les resultaba muy mona y dejé de hablar gallego en Venezuela. Desde entonces tuve mucha dificultad para hablar gallego con otras personas, sobre todo personas que no hablaban la lengua o que me lo pedían porque me sentía como un mono de feria, pensaba que se iban a reir de mi. «venga, habla gallego! dinos algo en gallego!» me decían y se quedban mirando para mi… la mayoría lo decían simplemente por curiosidad, por conocer algo de esa cultura que mis padres me enseñaban en casa y a mi me daba mucha verguenza porque pensaba que querían burlarse.

Así a los seis años volví a España, esta vez sola y al poco de llegar ya hablaba gallego con soltura, con mis primos y mis tíos. Era muy fácil y me sentía muy cómoda porque todos lo hablaban y aquí nadie veía como algo raro hablar gallego, al contrario, era lo más normal del mundo! como me sentía cómoda me pasé los tres meses que estuve hablando gallego como me salía con todos.

A los nueve años me pasó igual. Vine a pasar las navidades con la familia. Yo llegué tres semanas antes que mis padres y mi padre se sorprendió mucho al verme cuando llegó y escucharme hablar en gallego con mis primos, eso le hizo sentir orgulloso. Me gustaba Galicia, su tierra, me gustaban las muiñeiras, las orquestas, las fiestas, las tradiciones, ayudar a mis tías con los chorizos, me encantaban las filloas! a pesar de nacer en otro pais sentía un profundo arraigo a la tierra de mis padres y eso a mis padres les emocionaba.

La última vez que vine de vacaciones ya tenía 16 años, llevaba mucho sin venir y en Venezuela nunca hablaba gallego, pues allí salvo mis amigos hijos de gallegos la gente no lo entiende, cosa que a mi me parecía muy rara porque como desde pequeña lo tuve en casa me parecía igual de fácil entender el gallego que el español. La costumbre hizo que con el desuso perdiera soltura con el idioma y al volver de vacaciones ya no tenía la soltura de cuando era niña, entonces ese verano ya no hablé gallego, sino español, porque me resultaba más fácil expresar las cosas tal y como quería y como yo hablo mucho y muy rápido el cambiar a gallego me costaba un poco, siempre acababa hablando en español. Pero igualmente mi familia hablaba toda en gallego a mi alrededor, mis amigos, mis primos y la gente que conocía y a mi me parecía algo maravilloso, poder tener la capacidad de entenderles y disfrutar de su acento y de cada palabra. Me encantaba el gallego hablado por los gallegos, con ese acento tan característico y tan bonito. A mi me daba un poco de corte (reconozco que aún hoy en día me pasa igual) porque cuando yo hablaba gallego por mi acento venezolano me sonaba raro y no me gustaba, me parecía muchísimo más bonito ese acento cargado de emoción de aquí. En esas vacaciones viví uno de esos amores de verano y la verdad es podía pasarme horas hablando con él y me encantaba escucharle… curiosamente me temo que hoy en día es de los que piensa como la chica del vídeo… es triste pero es una cruda realidad.

Finalmente me vine a vivir aquí, después de muchos años de desear venir a la tierra de mis padres, de toda mi familia a instalarme. Desde pequeña supe que eso era lo que quería y perseguí eso hasta lograrlo. Galicia me hipnotizó desde pequeña, ya desde que mis padres me hablaban de esta tierra mágica. Ahora no soy galegofalante, supongo que un poco por comodidad, porque ahora ya no soy una esponja que enseguida pilla el acento y las palabras y tengo que pararme a traducir en mi cabeza cuando quiero decir algo muy concreto y también porque afortunadamente estamos en una región tan rica culturalmente que se puede hablar en dos idiomas y en ambos las personas se entienden sin problemas, cosa que en muchos lugares (Venezuela por ejemplo) no ocurre. Por eso utilizo mucho más el español, pero sigo enamorada del gallego y de Galicia, creo que es un idioma muy bonito y que nuestra cultura es espectacular, única y muy rica.

Curiosamente también de esta última vez si conocí mucha más personas que me hablan en español, cuando antes era quizas lo más raro. Aún la mayoría de la gente que conozco me habla gallego, pero son más los que hablan español. Eso no es algo que critico, lo que si critico es que se haga por el motivo equivocado, es decir, cada quien es libre de hablar la lengua que quiera, pero sin menospreciar al resto. No hablar una lengua por considerarla de «paletos» o de «aldeanos» dando un tono despectivo a dicha palabra me parece una verguenza. Renegar de tu lengua y de quienes la hablan, de tu cultura, es muy triste. A veces me parece que llevo a esta tierra incrustada en el alma de un modo que muchas personas que habiendo crecido aquí y habiendo podido disfrutar de todo esto desde siempre, no llevan. Que triste es no sentirnos orgullosos de tener una lengua propia y una cultura diferenciada… que triste es renegar de tus raices para parecer más «guay».

Y así me ven, una venezolana – gallega defendiendo el valor de una lengua, porque yo no discuto su uso, sino el hecho de que una región que tiene una lengua propia además de su historia y su cultura tiene una joya que vale la pena cuidar y sobre todo respetar.

Todo aprendizaje es enriquecedor, todo idioma, tradición, conocimiento que se pueda alcanzar es alimento del espíritu y como tal debe ser tomado, no es un motivo de lucha sino una ventaja, porque es muy bonito poder hablar con quien quieras sin que el idioma sea una barrera, y ya que vivimos en una región bilingüe, deberíamos aprovecharlo, que bueno es que ya desde pequeño conozcamos dos lenguas y podamos hacer uso de ellas.

 

Dejo una pregunta al aire, la misma que dejó la chica… ¿quién es el más tonto? la respuesta es más que obvia. Afortunadamente, no todos pensamos así y aunque ella se esconda tras esa fachada de «todos piensan como yo» ese auditorio estaba vacío… porque ni todos piensan como ella, ni todos renegamos de nuestras raíces.
A.

Arte?

Acabo de finalizar mi visita al CGAC (Centro Galego de Arte Contemporánea) y me quedé con la sensación de haber perdido mi tiempo. He visto una serie de «obras» que más bien parecían manchones mal pintados, obras viejas quemadas (salidas de cualquier cutre-peli de terror) y collages de niños de primaria. Salí de allí con la sensación de que hoy en día a cualquier cosa se le llama arte… todo lo importante es encontrar a un «excéntrico» patrocinador que tenga los contactos para poner tus pegotes y manchones a la vista de gente que con tal de no ser definida como inculta o fuera de moda pasará media hora delante del pegote y dirán que es una «obra de arte». Incluso se atreverán a interpretar que eso significa lo impensable cuando puede que lo que se ve no sea más que un pegote negro en un lienzo blanco.

Sólo hubo algunas obras que me gustaron, no todo fue malo, pero bueno… que llamen «obra de arte» a una pila de libros… pues… me sorprende, de hecho, tras esa exhibición me he dado cuenta de que tengo un montón de pilas de «obras de arte» en mi casa… a ver cuando conozco al friki que quiera exponer mis bolsas de basura y mis libros en un museo y me haré rica y famosa jajajaja me recuerda a aquel episodio de Los Simpson en el que Homer intenta construir una barbacoa sin éxito y cuando iba a tirar el montón de basura que quedó de ese intento, un crítico de arte pasa por su casa y lo ve y dice que es la obra maestra que estaba buscando, lo lleva a una galería de arte y hace de Homer un artista.

Hay muchos verdaderos artistas por la calle, gente que hace cosas espectaculares y que tiene mucho talento, pero como no tiene una exposición en un sitio importante son tratados como hippies y grafiteros de un modo despectivo, cuando he visto muchísimos graffitis mil veces mejores que cualquiera de las cosas que vi en el CGAC hoy.

Del CGAC me quedo con la librería y con las vistas de su cafetería, desde donde se ve el Museo do Pobo Galego, un lugar de obligada visita porque es espectacular y está lleno de cultura y tradiciones. Ese si que es un museo que vale la pena ver una y otra vez, su escalera en espiral es mejor que todo el CGAC junto y la forma de presentar sus exposiciones y el cuidado con el que tienen todo puesto es fantástico. Está claro que son museos de temática distinta, pero a mi el arte contemporáneo no me termina de convencer, al menos no las exposiciones que tienen en estos momentos en el CGAC. Espero volver en otro momento y encontrarme mejores obras.

Ahora os dejo que voy a disfrutar de un buen ribeiro y de una excelente compañía para descansar un momento antes de dirigirme a visitar el Museo do Pobo Galego, que con lo grande que es necesitas ir con tiempo para recorrerlo todo y disfrutar de cada detalle tanto de las exposiciones como del edificio en el que se aloja el museo, que es muy bonito.