
Aqui estamos de nuevo, tras año y medio de pausa desde que publiqué la primera entrada sobre el deseado Christian Grey y sus sombras, desmontando cada una de esas terribles 50 sombras, que multiplicadas por tres nos dan la desafortunada cifra de 150 apabullantes y desasosegantes sombras, pero no de Grey, que hasta parece bueno comparado con la birria de libro en el que aparece de protagonista, sino de una trilogía que tiene más de telenovela de Miami (que son las peores con diferencia, y lo digo viniendo de Venezuela, que tiene un material novelero para dar y tomar…) que de literatura. Y aunque el tiempo ha pasado desde aquella primera entrada, mi indignación con esta trilogía no ha menguado, sino que, tras ver que el éxito se extiende también al cine, va en aumento.
Es increíble que con un montón de páginas que ni tan siquiera nos ofrecen novedad E.L. James haya alcanzado tal éxito. La trilogía es tan predecible en cada paso que da que se hace aburridísima. De intriga no tiene nada, y encima nuestra autora no ceja en su empeño de mostrarnos lo heroico, maravilloso y extraordinariamente atractivo que es nuestro protagonista, hasta cuando se libra de las peores circunstancias… entre eso y otras cosas como la tontería del regalo de cumpleaños de Ana para Grey, que a la legua se veía venir, o la ridícula frase de «acostúmbrate a ser rica», por mencionar apenas unos ejemplos superficiales, estos libros han pasado a ocupar el puesto de lo peor que he leído desde que recuerdo… y creo que también será lo peor que leeré mientras viva (de literatura, que hay comentarios de Facebook mucho peores, por no hablar de algunas críticas de cine que hablan más del ego del que opina que de la película en sí, pero no nos vamos a desviar de nuestro tema).
Sigo pensando en cómo es posible que estos libros gusten tanto. Entre mails, sexo narrado ingenuamente (no vayamos a sentir vergüencilla, ¡eh pillinas!), descripciones de lo increíblemente apuesto que se ve Christian cuando mira a un lado, cuando sonríe (aquí anotemos todas las variantes de sonrisas: alegre, lasciva, pícara, tímida y una retahíla de ellas más; menos mal que según la prota el Grey se ríe poco, que si no nos harían falta doscientas páginas más de libro para contarlas…), cuando pone cara de estreñido y, ¡uau! ¡uau! ¡uau! cuando se quita la camiseta… por si no lo he puntualizado ya, ¡uau! Que irremisiblemente guapo que es.

Entre eso, la bendita diosa interior que pasa el día retorciéndose dentro de nuestra prota, danzando, bailando, paseándose en bragas, poniendo morros y demás, junto al subconsciente de la susodicha, mojigato, recatado y avaricioso (para que luego pasen el libro diciendo que no… el dinero no le importa para nada), nos quedamos con una historia que podría resumirse en 20 páginas a lo sumo… o en 3500 capítulos de telenovela, según quién compre los derechos. Me imagino un culebrón a lo «Bola de Dragón» en el que un polvo de estos dos dura lo que la batalla contra Freezer o contra Cell… me imagino la escena del Grey abriendo el «envoltorio plateado» a lo Oliver y Benji cuando llega el momento de la chilena para marcar el gol, y cinco capítulos después por fin se pone el condón (no picaronas, aún no la toca debajo de la cintura… ¿qué os pensábais? para eso harían falta un mínimo de diez capítulos más)
Un argumento tonto, predecible y cargado de situaciones completamente inverosímiles pero que, cuando se forran de dólares y se guardan en un ático acristalado en el mejor edificio de Seattle parece hacer las delicias de las féminas, que están desesperadas para que llegue la hora de encontrarse a su Grey particular, que pisotee su autoestima y destroce sus nervios, pero eso sí, que les compre casa, coche y vestidos de lujo para compensar, porque, ¿quién podría no acostumbrarse a ser rica? Aunque, ¿a qué precio?
¿Qué valor tiene la libertad?
Después de ver el éxito de estos libros y de su recién estrenada película me parece que para muchas vale muy poco.
A.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...